quarta-feira, 2 de março de 2011

Educar es diferente de enseñar

Nunca está demás repetir que existe una diferencia enorme entre EDUCAR y ENSEÑAR. Nuestro sistema educativo no se dedica a educar, y por increíble que parezca se dedica, totalmente, a enseñar. ¿Pero dónde está la diferencia y la incongruencia?
   Para un alumno ser educado, no es suficiente que asista a las clases, la mayoría de las veces para obtener conocimientos estériles y no relacionados. Transmitir conocimiento no es Educar. Es Enseñar. El problema es que alguien aún piensa, en pleno siglo XXI, que algún profesor pueda tener más “conocimiento” acumulado que los medios digitales. La principal función actual del profesor sería Educar a sus alumnos.  Trabajaría desarrollando la MORAL, formando ciudadanos que, realmente, puedan convivir en sociedad, elevando el nivel social del ambiente en el que viven.
   Aquel profesor, orador, escritor de pizarrón, transmisor de conocimientos… acabó y precisa recibir entrenamiento para transcender esa misión que, si en algún momento fue útil, hoy es redundante y sin consecuencia. Disputar con la Wikipedia o con Google sobre quién sabe más sobre alguna cosa, no tiene sentido. Saber qué hacer con esas cosas acumuladas en bancos de datos de petabytes de capacidad, eso sí es coherente.  Es importante resaltar que “entrenar profesores” no es hacerlos frecuentar clases, seminarios, workshops o cualquier otra cosa que signifique ofrecer más contenidos. En ese momento, precisamos entrenarlos en Dinámica de Grupo, o sea, en técnicas desarrolladas, científicamente, para conducir a los grupos de estudiantes a su desarrollo mental pleno.
   Aún hoy, la mayoría de los profesores tiene el “poder” como un arma para actuar en clase. Lo justifican con las enormes dificultades de comunicación, la indisciplina reinante, la falta de interés del alumnado, en fin… Pero la fórmula no es esa, lo que queda en evidencia en el trabajo de algunos maestros que consiguen ser amados por sus alumnos. No son muchos, pero existen, y dan un ejemplo formidable que debe ser seguido. El profesor debería ser amado por los alumnos, transformándolos en seguidores. A los alumnos deben gustar sus materias, y eso sucede en proporción directa del afecto que el profesor transmite y que crea una relación de alto nivel. Afecto, interés y desarrollo caminan juntos.
    Pero cuando vemos una LDB (Ley de Directrices y Bases) de la Educación Nacional basada en clases para transmisión de conocimientos, queda claro que eso es aún una meta distante. Tenemos que modernizarla, sabiendo que no es la Ley que construye la escuela, y sí sus profesores/maestros y gestores, que acumulan, por lo menos, un siglo de atraso.
Beta

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