quarta-feira, 5 de janeiro de 2011
Abandonados
Abandonar (Diccionario Priberam | http://www.priberam.pt)
abandonar
v. tr.
1. Dejar al desamparo; dejar sólo.
2. No hacerle caso de.
3. Renunciar a.
4. Huir de, retirarse de.
5. Dejar el lugar en el cual el deber obliga a estar.
6. Soltar, largar.
v. pron.
7. Darse, entregarse.
8. Descuidarse, no cuidar de sí.
Abandonar, como vemos, es más que apenas dejar de lado. Y dejar de lado ya es una cosa muy triste, cuando dejamos de lado a otros seres humanos – generalmente aquellos que, de alguna forma, fueron nuestros afectos.
Abandonar es un acto de cobardía, de desprecio, de irresponsabilidad, de desamor. Al abandonar algo o a alguien, estamos creando una situación que servirá de modelo a aquellos que, en el futuro, nos abandonarán también.
Los principales abandonados de nuestra sociedad son aquellos que llegaron a la 3ª. Edad y esto constituye una situación crítica en varios sentidos. Del punto de vista Moral, estamos hablando de algo que no debería suceder de ninguna forma. Del punto de vista humano, de una práctica común en tiempos pasados, que ya debería haber sido abolida por el desarrollo de la humanidad, pero que aún es común. Curiosamente, aunque los niños sean también abandonados, existe mucho más solidaridad con ellos. Fue el caso del niño recién nacido que, después de nacer, fue lanzado por la mamá dentro de una bolsa plástica para dentro de una casa vecina. Y sobrevivió después de 12 horas de lucha. Fue rescatado por los Bomberos, y la policía casi inmediatamente descubrió que la mamá era una adolescente que vivía en una casa vecina, había escondido el embarazo y realizó el parto sola.
El hecho es que el recién nacido sobrevivió y millares de cartas y e-mails están llegando al Consejo Tutelar de la ciudad con pedidos de adopción. Muy bien.
Pero intente hacer esto con una persona de edad y aún sin colocarlo en una bolsa plástica, largarlo en la calle. ¿Qué le parece que sucederá en este caso? ¡Nada! Esa persona de edad permanecerá allí, largada, sin que nadie se aproxime ni siquiera para saber si está viva o muerta. Hasta que algún servicio venga a recogerlo... puede que sea muy tarde ya. Estamos hablando aquí de una situación drástica, extrema. Pero ¿y cuando la misma situación sucede de forma velada?
La longevidad de la humanidad ha aumentado siempre, y en Brasil no podría ser diferente, considerando los avances de la medicina y el acceso que la población tiene a los medicamentos y atención preventiva en muchas áreas. Hoy, la expectativa de vida de los brasileños que nacieron a partir de 2009 es de 73,1 años, de acuerdo con el IBGE, un crecimiento de 10,6 años en comparación con 1980. Este es un elemento que precisa ser incorporado nuestros procesos de desarrollo, hasta porque TODOS NOSTROS seremos personas de edad en algún momento.
Algo que es fácil observar es el “miedo” que los jóvenes tienen de los “viejos”. No son entrenados para estar juntos, dar cariño, oír lo que dicen, intercambiar ideas, convivir... Esto es, claramente, el reflejo de la forma en que sus padres se comportan. Están replicando un modelo y lo replicarán muchas veces más, llegando hasta el rechazo de esos mismos padres en algún momento – ¡porque estarán viejos!
No se creó, en nuestra sociedad, un comportamiento de acogida a los que tuvieron la suerte de llegar vivos a una edad muy avanzada. Y por edad avanzada, entiendan lo que mejor les parezca. La idea prevalente es que la que la vida es juventud, salud, disposición, alegría. Los medios de comunicación estimulan, mantienen un estereotipo de lo bueno y excluyen a las personas de edad de, prácticamente, cualquier modalidad de placer. Algunas familias me parecen quedarse tristes porque sus personas de edad no tienen Alzheimer, porque cuando tienen un diagnóstico como ese, podrían, justificadamente, internarlas sin remordimientos y sin cualquier evaluación negativa, por menor que fuera, de sus pares. Y estarían libres del peso que representan aquellos que llegaron saludables a la 3ª. Edad. Una persona de edad enferma puede, si se tienen recursos, permanecer en un buen asilo, con acompañante. Si no los tiene, se queda a su propia suerte. Sólo no debe “incomodar” a los parientes.
Pero ¿qué piensa la persona de edad plenamente capaz, con sus sentidos alertas, con su mente captando los movimientos del medio, las interacciones sociales, las emociones a su alrededor? Claro está que tendrá la misma percepción que aquellos con menos edad. Si reaccionará o no, dependerá mucho de su personalidad y de su autoestima en ese momento de la vida, pero, ciertamente, va a preguntarse sobre lo qué hacer en una situación como esa. ¿Será que hijos, nietos, sobrinos y otros parientes no tienen tiempo para darme un poco de atención? ¿Será que sólo yo siento falta de los familiares? ¿Será que esas criaturas a las que yo les di la vida, crié, amé, eduqué, regalé, curé, acuné, hoy no sienten la menor voluntad de aproximarse de mí? ¿No les hacen falta sus viejitos?
Vamos a tener que pensar muy bien en cómo nuestra sociedad ha educado a sus miembros, y cuál es el nivel de moral de los jóvenes que dejan de lado tanta experiencia acumulada para siempre comenzar de cero. Con toda su experiencia cultural o práctica, las personas de edad serían un banco de datos formidable para consultarlo constantemente en pro de la evolución de la sociedad. Y están siendo desperdiciados. ¿Cuántos errores dejaríamos de cometer, simplemente, porque aquellos que ya vivieron la experiencia podrían relatar, sabiamente, sus pasos y descompases a lo largo de la vida?¡¿Para qué comenzar de cero siempre?! Podemos hacer un trabajo acumulativo aprovechando todas las experiencias vividas por personas que experimentaron mucho a lo largo de sus vidas. Mejor aún, nunca vi una persona de edad que se recusara a contar su vida. La mayor parte de las veces, nadie quiere oír lo que tienen para decirnos.
La forma como educamos a nuestros hijos, generará el mismo desamor que tenemos por las generaciones pasadas. Nuestros hijos saben del abandono y harán lo mismo con nosotros. ¿Será que no podemos educar a esta generación para el amor con aquellos que tanto nos dieron en el pasado? El abandono puede ser de diversas formas, moral, espiritual y físico, pero todos tienen la misma característica: ¡no quiero ver el “problema”! ¡Este “problema” no es mío!
¿Será que no merecen ninguna atención de los familiares más próximos? ¿Dónde están los hijos, nietos y parientes? ¿Todos trabajando, estudiando, corriendo en una sociedad sin límites, para dónde? Para la Vejez. Estos jóvenes de hoy serán las personas de edad del mañana y si no cambiamos las reglas afectivas sucederá con ellos lo que están haciendo hoy con sus padres y abuelos.
En la moral de la cooperación, cuando alcanzamos las operaciones formales, surge la forma más rica de donación. Es cuando donamos sin esperar nada a cambio. Lo que es difícil es que la sociedad como un todo alcance esta modalidad de moral. Generalmente el grupo básico permanece en la “moral del deber” que es representada por “ojo por ojo, diente por diente” (característica de los niños de 6/7 y 8 años + o-). Nuestra sociedad es la sociedad del intercambio y no de la donación. Me parece que Santa Claus se simboliza con un viejecito por causa de su forma de donación. Es el único que dona sin esperar nada de los otros, ni un simple muchas gracias. Los viejitos son así. Se donan sin nada querer a cambio. No están más interesados en objetos materiales, cosas buenas o malas. Simplemente en gestos, palabras y cariño.
En esta época de fiestas me pongo a imaginar ¿cuántos viejitos están solos y el porqué de tanta soledad? Muchos tienen grandes familias y no precisarían estar largados, pero ya no son tan activos y pueden dar “trabajo”.
Una persona de edad es una nueva forma de ser un niño y precisa solamente de los cuidados básicos y de AMOR. Quien no sabe amar puede hacer un ejercicio para aprender con ellas. Amar siempre trae resultados asustadores de calma, bienestar y tranquilidad.
Vamos a realizar una campaña para AMAR A LAS PERSONAS DE EDAD.
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