segunda-feira, 16 de maio de 2011
Monteiro Lobato y la formación de una familia
Paracuru, Ceará. (Brasil) Ya cayó la noche. Reunida en la casa de la abuela, toda la familia se organiza. Seis niños se reunían para oír al papá leyéndoles los libros de Monteiro Lobato. En esa época, en las vacaciones, íbamos a la casa de playa del Sr. Alcides, papá de mi mamá y vivíamos con intensidad no sólo los juegos proporcionados por aquel local paradisíaco sino también las diversiones de la noche, cuando además de las lecturas de papá, reproducíamos las historias contadas.
Frederico (Fred), ya fallecido, hermano mayor, era siempre Pedrinho*. Yo, Narizinho*. Giovana (Jó), siempre refunfuñando, obviamente representaba con perfección a la muñeca Emília*. Así, jugábamos debajo de los mangos de la propiedad durante el día y, por la noche, en los saraos, representábamos las aventuras de Lobato para los adultos, tanto para los de la familia como para aquellos que pasaban las vacaciones allí, amigos de la familia. Sala rebosando de gente con la abuela, la Tía (Mirian), mamá, papá y tantos otros. No pasaba una noche en la que no presentásemos una pequeña pieza, tanto con las historias de Lobato como con poesías declamadas con el acompañamiento de músicas. Todo preparado por nosotros, niños, todo bien ensayado y organizado para mostrar qué habíamos hecho durante el día.
Claro que otros autores formaban parte de nuestro repertorio, como Maria Clara Machado, pero Lobato era parte de nuestras vidas, de una forma tan intensa que seguramente fue el más representado en aquella dulce época. Pienso que era la forma familiar como papá lo leía y nos transmitía aquellas aventuras maravillosas. Monteiro Lobato siempre fue “de la familia”, amigo “íntimo” siempre presente.
Y conforme voy pensando sobre el asunto, más recuerdos van surgiendo. Por ejemplo, es nítida la imagen de papá acostado en una red del alpendre, después del almuerzo, y nosotros a su alrededor, sentados en el suelo, oyendo con atención mientras él leía en voz alta. Leía todos los diálogos con expresión y el silencio era total. No podíamos perder nada de lo que estaba siendo contado en aquel momento que era el más importante del día. La Mitología nos llegaba a través de los “Doze Trabalhos de Hércules**” y de “O Minotauro**”, y mientras hablaba, nos preguntábamos sobre los dioses del Olimpo, el laberinto y tantas otras cosas. Todo lo que Emília* decía era motivo de preguntas y discusiones, y papá no daba respuestas prefiriendo oír todo lo que argumentábamos, estimulando el debate que, en determinados momentos era emocionante.
Casi todos nosotros, los hermanos, ya leíamos en aquella época. Ricardo y Laurinho aún no sabían. Lili no había llegado hasta nosotros. Los que leían, devoraban los libros de Lobato para tener más elementos para las discusiones y todo eso acababa entrelazando los asuntos y generando dudas interesantes, que precisaban de apoyo externo para ser resultas. Por ejemplo, consultamos mucho a papá para entender “A Chave do Tamanho” y la visión de la guerra. Emília a veces era grande y poderosa, otras pequeñita y amedrentada con un simple insecto. Tanta riqueza de informaciones nos impresionó a todos que y muchos años después, en el momento de dar nombre a la escuela que estábamos fundando, el título de ese libro fue unanimidad para bautizar el emprendimiento.
A muchos de nosotros nos gustó la Historia por causa de los libros de Lobato. La “História do Mundo para as Crianças**” era una maravilla siempre revisitada, aun cuando ya estábamos en el curso “Ginasial” (secundario). En ese libro encontramos muchas respuestas y aprendimos mucho sobre los inventos y los inventores. Papá, en un determinado momento de nuestras vidas, instituyó un modelo para que pudiésemos ganar nuestro dinero para los pequeños gastos de forma útil y provechosa. Quien le entregase un resumen de lo que hubiese leído, era remunerado. Eso generó una legión de lectores persistentes. Instituyó en nuestra casa la idea de la lectura de forma muy positiva. No era obligatoria, era placentera. Quien leía más, ganaba más dinero y consecuentemente era más valorizado como alguien que hacía algo especialmente bueno.
Teníamos toda la colección de Monteiro Lobato y nos parecía que todo el mundo tenía que leer aquellas historias. Eran historias brasileñas y de fuerte apelo emocional. Nos gustaban mucho y cada nuevo libro leído era una conquista para nosotros. Fred, mi hermano mayor, aprendió a leer muy tarde, pero nosotros le contábamos las historias que despertaban gran interés. Laurinho, al contrario, leyó precozmente aprendiendo con los hermanos mayores. Así, leía “O Saci”. Lo descubrimos cuando empezó a interrogarnos sobre la historia.
Intercambiábamos muchas experiencias de nuestras lecturas. Muy rápidamente empezamos a leer todo lo que aparecía y, en nuestra casa, el regalo más valorizado era un libro. Comenzamos a conocer el mundo a través de las grandes colecciones de literatura. Para que se tengan una idea, los seis hermanos teníamos apenas una única bicicleta, pero ningún libro nos era negado. Mi papá siempre le dijo a mi mamá que estaba experimentando sus teorías pedagógicas con sus hijos y de todo ese movimiento surgió la base de su método pedagógico: la lectura.
Por todo eso, y a pesar de todas las polémicas que han surgido, no me canso de escribir sobre la obra de Monteiro Lobato, un monumento a la literatura que hace 80 años viene encantando generaciones de brasileños y formando personas cada vez mejores.
Vamos a crear el hábito de lectura en los niños que el resto lo consiguen por sí mismos. Y principalmente, en la formación de ese hábito, no se puede dejar de lado la obra de Monteiro Lobato, porque a partir de la misma y de sus lectores, tendremos millares de personas mejores.
Beta
Notas del traductor:
*Personajes de la obra de Monteiro Lobato originarios del libro “O Sítio do Pica-pau Amarelo”
**Algunos de los libros de la vasta obra de Monteiro Loato.
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