domingo, 6 de fevereiro de 2011

A Moral de Baudelaire


Hola a todos,

Baudelaire, en 1860, escribió una poesía (“Los ojos de los pobres”) que hablaba de una noche en la que estaba sentado con su mujer en un lujoso restaurante parisiense. Sólo que la presencia repentina de un hombre pobre, barbudo y andrajoso,  de manos dadas con sus dos hijitos, todos muy admirados con aquella opulencia, modificó para siempre la relación de la pareja.
Mientras el poeta se sentía enternecido con la escena e incluso avergonzado con tantas botellas y vasos para tan poca sed, su acompañante le suplicaba que expulsara de allí a aquella “gente insoportable”. Pobre Baudelaire, muy probablemente su decepción le castigó noches y noches.
Pasados muchos años aún hoy se ve este tipo de reacción, diametralmente opuesta, entre amigos, parientes, parejas. La sociedad brasileña (y de todo el mundo) se divide delante de hechos como ese y difiere totalmente en el modo de interpretarlos.  
Aquí en Venezuela, no fueron pocas las parejas que se separaron al encontrarse frente a situaciones consideradas imposibles  poco tiempo atrás. ¡Socialistas eran personas exóticas o villanas en las películas, documentales  y al máximo protagonistas permitidos de los sueños de estudiantes, jóvenes, hippies o que vivían lejos, en lugares inalcanzables!
Hoy ese ser exótico, está invadiendo el mundo de una forma muy acelerada. Nuestra sopa a veces está llena de ellos. Ciertamente, muchos no nos damos cuenta de los bruscos cambios que están aconteciendo en el mundo en este exacto momento. Baudelaire... bien, Baudelaire con seguridad está aplaudiendo todo eso, allá en la tumba.

Odorico Bemvenido
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 Los ojos de los pobres
De Le Spleen de Paris (Los Pequeños Poemas en Prosa)

¿Quieres saber por qué te odio hoy? Sin duda te será más fácil comprenderlo que a mí explicártelo; porque pienso que eres el más bello ejemplo da impermeabilidad femenina que se puede encontrar.

Habíamos pasado juntos un largo día, que a mí me pareció corto. Nos habíamos prometido que todos nuestros pensamientos serían comunes, que nuestras almas serían una sola; sueño que nada tiene de original al final, salvo el hecho de que, si los hombres lo soñaron, ninguno lo realizó.

De noche, un poco cansada, quiso sentarse en un café nuevo en la esquina de un bulevar nuevo, todo sucio aún de escombros y ya mostrando, gloriosamente, sus esplendores inacabados. El café resplandecía. El propio gas diseminaba allí todo el ardor de un estreno e iluminaba con todas sus fuerzas las paredes que ofuscan de blancura, las superficies centellantes de los espejos, los oros de las maderas y cornisas, los pajes de caras rechonchas llevados por cadenas de perros, las damas riendo para el halcón en sus manos, las ninfas y diosas portando frutos en la cabeza, los patés y la caza, las Hebes y los Ganimedes extendiendo la pequeña ánfora de avaricias, el obelisco bicolor de los helados matizados; toda la historia y toda la mitología a servicio de la comida.

Plantado delante de nosotros, en la vereda, un bravo hombre de unos cuarenta años, de rostro cansado, barba gris, traía de la mano un niño y en el otro brazo un pequeño ser aún muy frágil para caminar. Desempeñaba el oficio de empleada y llevaba a los niños para tomar el aire de la tarde. Todos en harapos. Estos tres rostros eran extraordinariamente serios y los seis ojos contemplaban fijamente el nuevo café con idéntica admiración, pero diversamente matizada por la edad.

Los ojos del padre decían: "¡Cómo es bonito! ¡Cómo es bonito! ¡Parece que todo el oro del pobre mundo vino parar en esas paredes!" Los ojos del niño: "¡Cómo es bonito, como es bonito, pero es una casa donde sólo entra gente que no es como nosotros!" Los ojos del menor, estaban muy fascinados para expresar otra cosa que no una alegría estúpida y profunda.
Dicen los cantantes que el placer torna al alma buena y ablanda el corazón. No solamente esa familia de ojos me enternecía, sino que me sentía un poco avergonzado de nuestras botellas y vasos, mayores que nuestra sed. Volví mis ojos para los tuyos, querido amor, para leer en ellos mi pensamiento; entraba en tus ojos tan bellos y tan extrañamente dulces, en tus ojos verdes habitados por el Capricho e inspirados por la Luna, cuando me dijiste: "¡Esta gente es insoportable, con sus ojos abiertos como puertas de cochera! ¿No podrías pedirle al maître que los saque de aquí?"

¡Cómo es difícil entendernos, querido ángel, y cómo el pensamiento es incomunicable, aún entre personas que se aman!

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Amigos y amigas,
Después de leer este lindo poema en prosa podemos decir que la gran dificultad de la humanidad es la comunicación. Nadie, por más intimidad que tenga con el otro, consigue una comunicación perfecta. Veamos, entonces, cuando existen niveles intelectuales diferenciados. Cada uno verá la realidad según su nivel de desarrollo moral (punto de vista). A unos, lo que está siendo visto les despierta  cariño, tristeza, pena mientras que al otro puede despertarle, rabia, desamor, abandono. Son variables las formas de ver una realidad que parece objetiva, pero es altamente subjetiva. Cada uno la ve de acuerdo con sus esquemas, donde están contenidas experiencias, prejuicios y toda gama de desarrollo.   Baudelaire, sin saber Piaget, describe los seis ojos viendo el mismo café con una mirada totalmente diferenciada. El adulto, ya con la interpretación totalmente vinculada con los valores del mundo, refiriéndose al brillo como oro, algo no accesible a su mundo real. Ver los valores físicos que están allí representados es un pensamiento intuitivo. El niño no ve el valor monetario, sino el afectivo, de una casa donde no se puede entrar. Muestra que él ve y sabe la distancia de su mundo. Aquí vemos representado el pensamiento simbólico, muy poco intuitivo. Representa el deslumbramiento y la belleza dentro de su pensamiento simbólico. Ese pensamiento consigue transformar lo que ve en belleza, aun cuando no exista, usando “la imaginación” para resolver los problemas que surjan. El niño simbólico consigue “no ver” la tristeza, aunque esté en su vida o a su alrededor. Es una forma de protección de su desarrollo. El más joven (bebé), no interpreta ve el mundo a través de  sus sensaciones (senso-motriz) apenas. Sus ojos manifestando la admiración, pero sin saber lo que aquello representa.
Los dos observadores miran como es la representación de la humanidad. Uno viendo personas sufridas admirando un mundo inalcanzable, lleno de opulencia y desperdicio, sintiéndose incluso avergonzado de estar en aquella situación frente a tamaña pobreza. Y el otro lado de la humanidad, sin la menor sensibilidad, incomodado con las miradas consideradas sin representación afectiva, y de imposición de un mundo que nadie quiere ver.
Tenemos que mirar para ver. No podemos pasar a lo largo de los acontecimientos y esconder  las miserias de nuestra sociedad injusta y sin distribución de renta. Tenemos que desarrollar la moral de nuestros alumnos e hijos, para que vean y se sensibilicen con lo que está sucediendo en nuestra sociedad. La moral de la cooperación indica el camino de la solidaridad. No seremos nunca solidarios sin este nivel de moral. Por más que amemos a una persona tenemos que darle la oportunidad de tener su desarrollo para, en vez de tener una mirada paralela a la nuestra, tenga una mirada con la misma perspectiva cónica.
Extraño es que Baudelaire dijo todo eso más de 150 años atrás, y las mismas cosas continúan sucediendo. ¿Por qué tenemos tanta dificultad de desarrollo social? Falta educar al pueblo, para que podamos asistir un movimiento igualitario dentro de nuestra sociedad.

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