domingo, 17 de março de 2013

El buen papel del intelectual: agitador social•


Roberto Amaral

De la personalidad riquísima, multifacética --y muchas veces desconcertante de Lauro Oliveira Lima-- destaco aquella característica que más me marcó y fascinó: la del pionero. Empleo el término queriendo destacar su carácter más esencial. Designo a aquel explorador que está fuera del tiempo, de su tiempo, anticipándolo (como los poetas, los científicos y los visionarios), y, por lo tanto, chocándose, porque lo nuevo incomoda, la duda incomoda y los cambios son siempre peligrosos para los inseguros.
Además, es un carácter distintivo del intelectual militante el comprometimiento con el cambio, la intervención en la realidad, el desprecio por la tradición, el inconformismo con el statu quo. El intelectual pionero -– y estamos frente a una casi redundancia— no teme ser temerario, pero jamás es omiso.
Así, el pionero, cualquier pionero es, por definición una incomodidad, porque su efervescencia, por sí sola, denuncia la indolencia, la renovación denuncia el egoísmo, el revolucionario denuncia el conservadorismo. Encuentro ahora el punto más distintivo de Lauro: sin ser necesariamente un hombre de izquierda ---y yo le conocí udenista*--- fue siempre y es –- como educador, como escritor, como intelectual-- un anti conservador por excelencia, un demoledor de la paz, del 'orden natural de las cosas', de lo que 'estaba-constituido', del
statu quo. Una ráfaga de viento esparciendo la papelada bien organizada de la burocracia, un remolino en el orden prestablecido. Incomodando, por lo tanto. Este papel de casi iconoclasta no deriva de algo espiritoso. Sucede que lo asentado necesita de la inmovilidad y Lauro jamás desistió delante de las resistencias. Siempre lo vi abriendo caminos, forzando pasajes, peleando, discutiendo, reclamando, pero, sobre todo, confiando en el otro, estimulándolo, sinceramente convencido de su misión de constructor. Constructor de hombres. Este es el gran mérito de su pedagogía.
A partir de una formación educacional-formal conservadora ---el Seminario, como casi todos los de su clase en Limoeiro do Norte de su tiempo--- Lauro, se transformó en un intelectual en los embates de la vida. Pero se armó desde temprano de aquella característica que separa lo simplemente erudito de lo verdaderamente culto: en él la duda, más que un método de estudio es análisis, es el camino del conocimiento que lleva a la intervención. Conocer para modificar. O sea, en la mejor tradición de aquellos intelectuales que fueron a beber agua en la fuente del Iluminismo: nada de verdades acabadas; relativizar siempre las certezas, ejercer siempre la contradicción, buscar lo desconocido, poner en jaque nuestro conocimiento y nuestras ideas confrontándolas con las ideas y los conocimientos que los niegan y contradicen.
Después de profesor, fue instructor; después de instructor fue pedagogo, después de pedagogo fue pensador, repensando la educación de su país. Comenzando por la cátedra (o sea, la experiencia práctica, factual objetiva), para terminar en la formulación. No habrá sido mero acaso, por todo eso, que el hoy doctrinador consagrado, el autor del ya clásico “Escola secundária moderna” haya comenzado con el proyecto concreto de reformulación de la enseñanza pública en Ceará y el montaje de una escuela particular. Sin ninguna contradicción. Tal vez incida en una herejía al afirmar como afirmo ahora que este profesor jamás tuvo la clase, en el sentido de la cátedra y de las cuatro paredes, como su espacio preferido de trabajo. Al contrario, siempre privilegió estar atrás del que estaba atrás de la sala, sin ocupar el proscenio: la discusión de los métodos, la discusión de los contenidos, la discusión en torno del que qué decir y cómo decirlo, transformando la clase no apenas en una máquina retransmisora de conocimientos, sino en un instrumento dialéctico-vivencial formador de hombres y opiniones. Repito de memoria -- ahí se van tantos años que ni vale la pena contar-- lo que, me acuerdo bien, era su lema y el lema que imprimía en su “Ginásio** Agapito dos Santos”, donde intentó poner a prueba, como el científico que se dedica a la demostración experimental, sus teorías educativas:
Non scholae sed vita discimus. “No aprendemos para la escuela, sino para la vida” (Séneca, Epístola 106,12)
Esa inquietud transformó al educador también en un periodista --otro magisterio-- de combate, un cronista de su tiempo, apuntando con el arma de la palabra permanentemente para lo tradicional y lo convencional. Fueron famosas para el público cearense*** --aunque muchas veces provocando malestar en la cúpula del periódico-- las crónicas de Kleber Santos en el “O Povo”, de Fortaleza (y ¿cuándo las mismas serán reunidas en volumen, para salvarse de la dispersión y de la vida efímera de las hojas sueltas?). El cronista trajo a luz al crítico fino, irónico, de razonamiento perspicaz enguantado por una prosa leve, sabrosa pero contundente cuando se trataba de profundizar la cuestión. En las manos de este anatomista el bisturí alcanzaba las profundidades de la crítica.
Jamás conoció el término medio, haciendo, diciendo, actuando, o pensando. Nunca se preocupó con el consenso, nunca se preocupó en permanecer exento. Si no le atraía provocar la malquerencia, puedo decir, jamás cultivó las amistades fáciles. Optando siempre, escogiendo siempre, definiéndose siempre, exige la definición de los que lo cercan; al distanciamiento falsamente científico, responde como un apasionado por las cosas que hace, irradiando enemistades y pasiones por donde ha pasado. Por eso es un hombre de pocos amigos, pero de amigos fieles.
Esta inquietud transformó a Lauro ---y es eso lo que estoy queriendo decir—en un político, sin jamás institucionalizarse, o ceder a la tentación de sentarse en la silla del figurón, al contrario de tantos y cuantos colegas de generación menos dotados de ingenio y arte. En la sala de clase no solo hizo política. Su obra es la búsqueda de una política de enseñanza. Director o jefe de la Seccional del Ministerio de Educación en Ceará, la dirigió persiguiendo políticas. Su lucha como Director de Enseñanza Secundaria, en el MEC****, al tiempo de Paulo de Tarso y Darcy Ribeiro, fue dotar nuestro país, de la enseñanza particular a la enseñanza pública de una política de enseñanza cuyo objetivo no era solo la excelencia de la formación, sino también la democratización, vía universalización, del acceso de todo brasileño a esta nueva enseñanza. Recuerdo la unidad universalización-excelencia para garantizar la democratización. 
Cuando había hecho casi todo, cuando casi todo había escrito, decidió hacer política de cuerpo entero, candidateándose a diputado federal por el PSB (Partido Socialista Brasileño) de Ceará.
¿Puede haber sido esta experiencia un hecho aislado, inconsecuente? Me parece que no. Destaca, al contrario, en la teoría de la educación, el objetivo que siempre persiguió, en la cátedra, en el cargo público, en la formulación como escritor y periodista: intervenir en la realidad para transformarla. Ciertamente sin conciencia de ese papel --desconfío de que jamás leyó un texto de Marx--, su vida toda ha sido responder afirmativamente a la 11ª tesis contra Feuerbach: "Los filósofos se limitaron a interpretar el mundo diferentemente, cabe transformarlo".
¿Cuál es el objetivo de su pedagogía? Cambiar el mundo. ¿Cómo? Transformando al hombre a través del conocimiento activo, enfocando el cambio. La técnica, la información, el conocimiento destinados a transformar la realidad, haciéndola menos inicua. Por lo tanto, tenía toda razón la derecha cearense cuando, decía en el Sur, que era un agitador social. No sé si le gustará esta afirmación, pero estoy convencido de que este fue el papel más importante de los papeles que desempeñó, agitando la provincia indolente, dirigiéndose a una élite perversa, retrógrada, atrasada, fútil, incompetente, una clase media amedrentada, conservadora, un clero inculto y reaccionario, un proletariado incipiente controlado por las organizaciones burocráticas, un mundo agrario sin vida, dominado por coroneles decadentes, poblado de campesinos hambrientos derrotados sin lucha, porque antes del latifundio ya los mata la sequía. Vida intelectual activa casi ninguna. Vida política presa a los partidos políticos vencidos. Prensa provinciana presa a las tetas del gobierno, cualquier gobierno, enseñanza pública primaria y secundaria envilecida, universidad provinciana en formación y ya siguiendo los caminos errados que la llevarían nacionalmente al colapso actual.
Volvamos al tema ‘modificar al hombre’. Tengo la impresión de que todo educador alimenta este objetivo, aunque no tenga, necesariamente, conciencia. No se trata simplemente de pasar y repasar conocimientos destinados a la breve caducidad en la sociedad tecnológica. Se trata de enseñar la vida. Busco ahí una explicación para que el
schollar de la escuela secundaria moderna se haya vuelto, piagetianamente, para la enseñanza de niños, del prescolar, con un ojo en los pequeños estudiantes y otros en los padres, en las familias recalcitrantes delante de cualquier infracción a la rutina, a lo tradicional, al tradicionalismo. Y la escuela tradicional – y ella impera en Brasil, principalmente la pública, la única que atiende a los pobres y puede así contribuir para la democratización— es incompetente, insatisfactoria y reaccionaria, en un proceso que empeora notablemente, que más se agudiza cuanto más los últimos representantes de la clase media corren para la escuela privada. Es así que la sociedad de clases profundiza la desigualdad de clases.
Conocí y conviví con Lauro en diversificados momentos de nuestras vidas. Muy pequeño, en el “Ginásio Farias Brito”, donde cursaba la escuela primaria, y Lauro asumió la dirección pedagógica del establecimiento. En su “Agapito dos Santos”, donde cursé el liceo, como su alumno de latín y portugués. Más tarde, en la universidad, yo siendo líder estudiantil de izquierda y Lauro educador/intelectual progresista en un Ceará atrasadísimo y, después, director del MEC, donde intentamos un libro en común cuyos originales, que jamás lograron conocer la gráfica, terminaron engrosando los
dossiers de las muchas averiguaciones que cada uno de nosotros por su lado respondió después de marzo de 1964. En el MEC fue alcanzado por la represión que lo homenajeó con un recurso de casación de los derechos políticos y lo punió con la jubilación obligatoria y proporcional. ¿Qué mejor reconocimiento querría él que el acierto de su obra? La tercera o segunda etapa de nuestra convivencia se dio en los años de plomo. Casi clandestino y casi exilado dentro de mi país, a camino de un exilio en el exterior que el destino decidió frustrar, fui a reencontrarlo en Río, salida obligatoria, en la dura tarea de asegurar la su propia sobrevivencia y la de su familia. Entones emergió el otro lado de su carácter personalísimo: el amigo generoso. 
Mi reconocimiento por su significado intenté, con lucro, demostrarlo de la única forma que me pareció objetiva. Entregándole, en la Escuela piagetiana que montaría en Río, la educación (formación) de mis tres hijos. Que me lo agradecen.
(1996)

*Perteneciente o simpatizante al antiguo partido político, UDN (Unión Democrática Nacional) de orientación conservadora.
** Institución educativa
***Natural o habitante del Estado de Ceará, Brasil
****MEC Ministerio de Educación y Cultura

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