¿Sabe decir NO? |
Llegamos a casa, cansados después de un día de trabajo, con todos los problemas del mundo delante de nosotros, y viene nuestro hijo y nos dice que precisa conversar. Nos sentamos en el sofá y nos colocamos a disposición para la conversación.
- Decidí algunas cosas para que mi vida sea como yo que quiero, y te voy a decir ahora lo que he pensado. ¿Preparada?
- Puedes decírmelo, hijo.
- Primero, no tomo más remedios para la bronquitis. El gusto es horrible, y me parece mejor tomar el remedio para el reumatismo que toma la abuela que tiene gusto de cereza.
- Muy bien, ¿qué más?
- No voy más a la fisioterapia porque me parece que el brazo que me fracturé está bien, e incluso voy a sacarme el yeso hoy cuando me bañe, como vi en internet.
- Muy bien hijo, tú sabes lo que haces.
- Y voy a pasar un tiempo en la casa de un amigo que vive en una choza para entender unas cosas que no aún no entendí. No me esperen en la Navidad.
- Está bien hijo, Tú decides. La responsabilidad es tuya.
¿Es fácil así no? Pero imagino que las cosas no se desarrollarían de esa forma, porque las decisiones estarían siendo tomadas por alguien que, a los 10 ó 12 años no tendría condiciones de medir las consecuencias de sus actos.
Sin embargo, al contrario de lo que podría suceder 20 años atrás, he visto muchos, muchos padres, permitiendo que los hijos decidan sobre la escuela en que estudiarán. Es una transferencia de responsabilidad grave, porque determina el futuro de nuestros hijos y ellos no tienen la menor condición de hacer la opción más adecuada. Sería lo mismo que permitir que las cosas se desarrollasen como en el diálogo anterior, u obligar al niño a escoger su médico. Nuestro papel como padres y responsables es exactamente el de suplir aquello que los niños no tienen condiciones de hacer. Por eso existe la figura jurídica de “abandono de incapaz”, cuando exponemos niños a situaciones que no pueden resolver solos y corren riesgo de vida por esta causa.
No hay, prácticamente, ninguna diferencia entre dejar a un niño trancado en el coche cuando vamos a hacer compras y permitir que decida sobre su futuro en un momento en que no tiene condiciones. Porque, después de tomado el camino, años después, cuando se constate el desastre, será muy tarde para intentar modificar la situación.
El hecho es que, normalmente, reaccionamos rápidamente y de forma eficaz cuando vemos alguna consecuencia física, como una fractura o una lastimadura, o aún una tos o fiebre. Sin embargo, cuando estamos enfrentando el sufrimiento psicológico, las reacciones son más lentas o casi inexistentes. Y el sufrimiento existirá, en algún momento, si el niño hace la opción, y no el adulto. Si nosotros ya erramos bastante por falta de conocimiento, de tiempo, de interés objetivo, imagine alguien que no tiene los elementos mínimos para tratar del asunto con consistencia.
Bueno, como educadora, recomiendo enfáticamente una postura firme en ese momento, con una decisión madura y orientada de los padres. La falta de valores y determinación traerá problemas, más temprano o más tarde. Llega un momento en que tenemos que, como padres, ser firmes y decir “¡vas a hacer eso”! Sino será más fácil decirle al hijo, cuando todo salga mal, “fuiste tú quien decidió”. Pero esto no es asumir la responsabilidad y tener que arcar con las consecuencias de la misma forma.
Vamos escoger para nuestros hijos y decirles que tenemos la convicción de que es lo mejor para ellos en aquel momento. Escuela no es un ítem de consumo como ropa o zapatos, sino el elemento más importante en su formación. Es en la escuela que va a desarrollar las cosas esenciales, como la MORAL o la ÉTICA. Sólo la educación tiene el poder transformador en una sociedad. No elija la escuela apenas por la apariencia, vea principalmente la ideología.
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