quinta-feira, 27 de outubro de 2016

Paralimpíadas, modelo de exclusión


Vivo en Río de Janeiro, y eso me colocó de frente a las Olimpíadas, tanto de lo positivo como de lo negativo. Fue una fiesta para la cual muchos no fueron invitados – aun siendo vecinos – porque los valores absurdos cobrados por los billetes filtraban la entrada de aquellos que podrían o no tener el privilegio de ver las lindas actividades programadas. Para aquellos que quedaron afuera, como siempre, el hueso para comer en vez del caviar.
                Todo funcionó a las mil maravillas y todos los elogios fueron válidos para los juegos y para las ceremonias de apertura y clausura. Problemas puntuales, discriminaciones, desorganización inexplicable en algunos momentos, pero todo se llevó a cabo. Un robo aquí, un asesinato allí, una mentira allá, pero... vamos enfrente que la fiesta está siendo realizada y nadie quiere perder nada en la medida de lo posible. Pero las Olimpíadas 2016 acabaron y una nueva actividad surge.
                Las Paralimpíadas están ahí, realizadas de una forma tímida, como un evento secundario, con una publicidad mínima y billetes a precios equivalentes a 10 % del valor cobrado para el «evento principal» (¡! ¿?). No entiendo, realmente, esa discriminación en un evento que debería ser inclusivo, y me pregunto a todo momento por qué tiene que haber juegos separados para las personas con deficiencia... ¿Lo que más se discute, actualmente, no es la inclusión real? ¿No es eso lo que se cobra de las escuelas, empresas, oficinas, etc.? ¿Por qué no sucede eso también en el momento en que todo el mundo está atento a los deportes? Ah, ya me explicaron que en Grecia era así, y por eso se mantiene la tradición, ¿pero quién dijo que los griegos estaban correctos en todo? ¿Trataremos a las mujeres como eran tratadas en la Grecia antigua apenas porque esa era la tradición? Evidentemente que el proceso de evolución de la humanidad ha provocado cambios en todas las facetas del comportamiento. Claro que una parcela de la humanidad aún prefiere mantenerse entre los «iguales», pero lo que está claro es que integrar la diversidad es el camino para que tengamos un mundo mejor, sin ninguna duda. Pero los ejemplos deben estar accesibles para el mayor número posible de personas, y eventos globales serían una forma concreta de establecer las mejores prácticas. Pero no es lo que sucede.
                Creo que es debido a situaciones como esa que la sociedad acaba asumiendo la idea de que las personas con deficiencia serían «diferentes», y la mayor parte de las veces, sin derechos reconocidos. Falta accesibilidad, falta respeto, falta consideración, falta humanidad. Personas de edad no son respetadas aun cuando es clara la necesidad de atender las condiciones mínimas para su seguridad – y aquí no hablo sobre confort. Hay escalones donde podría haber rampas, coches estacionados sobre las aceras inviabilizando el pasaje de personas con dificultad de locomoción, agujeros en las aceras colocando en peligro a las personas.

                Veo con tristeza el aislamiento de los atletas con deficiencia. Se ellos son atletas, ¿por qué no están incluidos en el conjunto general de aquellos que reciben la misma clasificación? No acepto esa discriminación, principalmente cuando veo toda la estructura de las Olimpíadas siendo desmontada para que se inicien las Paralimpíadas, como en el caso de las Casas de los Países, que están siendo desmontadas y transferidas para locales más simples – evidenciando la reducción del estatus general de la situación. Y, finalmente, previendo la falta de público, las escuelas son invitadas para que haya público en las gradas. Todo montado escenográficamente. ¡Basta de tanta falsedad! Queremos que todos los atletas estén juntos. Vamos a defender la inclusión, o volveremos al tiempo en cual los portadores de deficiencia eran dejados de lado, siempre.


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