Vivo en Río de Janeiro, y eso me
colocó de frente a las Olimpíadas, tanto de lo positivo como de lo negativo. Fue
una fiesta para la cual muchos no fueron invitados – aun siendo vecinos – porque
los valores absurdos cobrados por los billetes filtraban la entrada de aquellos
que podrían o no tener el privilegio de ver las lindas actividades programadas.
Para aquellos que quedaron afuera, como siempre, el hueso para comer en vez del
caviar.
Todo funcionó a las mil maravillas y todos los elogios fueron válidos para los
juegos y para las ceremonias de apertura y clausura. Problemas puntuales,
discriminaciones, desorganización inexplicable en algunos momentos, pero todo se
llevó a cabo. Un robo aquí, un asesinato allí, una mentira allá, pero... vamos
enfrente que la fiesta está siendo realizada y nadie quiere perder nada en la
medida de lo posible. Pero las Olimpíadas 2016 acabaron y una nueva actividad
surge.
Las Paralimpíadas están ahí, realizadas de una forma tímida, como un evento
secundario, con una publicidad mínima y billetes a precios equivalentes a 10 %
del valor cobrado para el «evento principal» (¡! ¿?). No entiendo, realmente, esa
discriminación en un evento que debería ser inclusivo, y me pregunto a todo
momento por qué tiene que haber juegos separados para las personas con deficiencia...
¿Lo que más se discute, actualmente, no es la inclusión real? ¿No es eso lo que
se cobra de las escuelas, empresas, oficinas, etc.? ¿Por qué no sucede eso también
en el momento en que todo el mundo está atento a los deportes? Ah, ya me
explicaron que en Grecia era así, y por eso se mantiene la tradición, ¿pero
quién dijo que los griegos estaban correctos en todo? ¿Trataremos a las mujeres
como eran tratadas en la Grecia antigua apenas porque esa era la tradición? Evidentemente
que el proceso de evolución de la humanidad ha provocado cambios en todas las
facetas del comportamiento. Claro que una parcela de la humanidad aún prefiere mantenerse
entre los «iguales», pero lo que está claro es que integrar la diversidad es el
camino para que tengamos un mundo mejor, sin ninguna duda. Pero los ejemplos deben
estar accesibles para el mayor número posible de personas, y eventos globales
serían una forma concreta de establecer las mejores prácticas. Pero no es lo
que sucede.
Creo que es debido a situaciones como esa que la sociedad acaba asumiendo la
idea de que las personas con deficiencia serían «diferentes», y la mayor parte de
las veces, sin derechos reconocidos. Falta accesibilidad, falta respeto, falta
consideración, falta humanidad. Personas de edad no son respetadas aun cuando es
clara la necesidad de atender las condiciones mínimas para su seguridad – y
aquí no hablo sobre confort. Hay escalones donde podría haber rampas, coches
estacionados sobre las aceras inviabilizando el pasaje de personas con dificultad
de locomoción, agujeros en las aceras colocando en peligro a las personas.
Veo con tristeza el aislamiento de los atletas con deficiencia. Se ellos son
atletas, ¿por qué no están incluidos en el conjunto general de aquellos que reciben
la misma clasificación? No acepto esa discriminación, principalmente cuando veo
toda la estructura de las Olimpíadas siendo desmontada para que se inicien las
Paralimpíadas, como en el caso de las Casas de los Países, que están siendo
desmontadas y transferidas para locales más simples – evidenciando la reducción
del estatus general de la situación. Y, finalmente, previendo la falta de
público, las escuelas son invitadas para que haya público en las gradas. Todo
montado escenográficamente. ¡Basta de tanta falsedad! Queremos que todos los
atletas estén juntos. Vamos a defender la inclusión, o volveremos al tiempo en
cual los portadores de deficiencia eran dejados de lado, siempre.
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