terça-feira, 16 de outubro de 2012
Un Producto llamado Educación
Pienso siempre en cómo las personas entienden “Educación”. No es un ejercicio intelectual puro, sino una búsqueda para entender la percepción del otro e intentar convencerle de la importancia fundamental de este concepto, actualmente. Siempre fue importante “tener Educación”, pero la apropiación del conocimiento, de forma correcta, es cuestión de sobrevivencia hoy. Y no consigo saber con absoluta seguridad si las familias consideran la Educación una inversión o un costo, pero sé que esta definición es de gran importancia para escoger lo que harán.
Cuando las familias están escogiendo un bien de consumo, quieren lo más especial e individual. La “grife” más cara y más exclusiva es la preferida, para que el comprador no sea confundido con el consumidor de los productos vendidos en masa. Escogen las tiendas en las cuales pocos pueden comprar, dejando las tiendas populares para la población más simple. No quieren ser rotulados como consumidores comunes. Y una cartera exclusiva es altamente bien vista por sus pares, lo que justifica la búsqueda, el empeño en la elección y el gasto exacerbado.
Cuando la elección se relaciona con la escuela, la situación cambia. Las elecciones se realizan basadas en la cantidad y no en la calidad. Quieren el menor precio posible, dejando de lado cualquier cosa que no sea lo “básico”. Una oferta incompleta del punto de vista metodológico no es muy importante, desde que tenga un precio “bueno”. Y me pregunto ¿por qué es que eso sucede?
Tengo la impresión de que, tratándose de Educación – una mercadería abstracta – escapa al comprador la noción clara de lo que quiere comprar. Cuando se trata de un objeto, siendo este concreto, se mide el resultado inmediato en términos de costo x beneficio y todo será más fácil. El resultado obtenido por la compra, en términos de satisfacción, es inmediato. Sería necesaria una enorme capacidad de abstracción para “ver” el resultado de la Educación a lo largo del desarrollo de un niño, siendo más fácil aferrarse al vestibular como meta para saber si la escuela tuvo buenos resultados. Pero en realidad, lo que la sociedad precisaría hacer, cuando hechos dramáticos ocurren en la vida de relación de una comunidad era preguntar de dónde vinieron los jóvenes involucrados. ¿En qué escuelas fueron educados? ¿Qué orientaciones tuvieron?
¿De qué escuelas vinieron los jóvenes que atacaron, recientemente, a una empleada doméstica en Barra da Tijuca (RJ) “pensando que era una prostituta”? ¿En qué establecimiento de enseñanza fueron educados los jóvenes que, en Brasília, atearon fuego en un indígena pataxó que dormía en una parada de ómnibus de la capital federal? E innumerables casos similares. No se habla en escuela cuando un joven alcoholizado o drogado manejando un automóvil mata varias personas. Nadie cuestiona si ellos tuvieron una escuela que se preocupó con el desarrollo de la moral, por ejemplo.
Parece que la escuela está vinculada apenas a “enseñar contenidos”. Contenido es apenas la infraestructura, pero lo verdaderamente importante en una escuela es su ideología y su metodología.
Nos incumbe aquí preguntar: ¿la escuela es buena y sólo los niños no lo notan? ¿O será que la mayoría de las veces son preparadas para dar satisfacción a los padres (uno de los clientes) y no al niño?... el cliente principal. Oí en una fiesta de cumpleaños, recientemente, algunos papás comentando que sus hijos estaban teniendo clases particulares “en todas las materias”, y que mamás y abuelos sufrían para orientar los deberes. Pero, es incomprensible que las personas piensen que la escuela está llevando a cabo su papel, cuando no consigue enseñar, realmente, a los niños – que precisan de tantas “ayudas” de la familia y de otros profesionales. Ningún otro profesional necesita que otro colega realice nuevamente lo que él ya hizo – o entonces no es realmente un profesional. El ingeniero o el arquitecto realizan una planta y... está bien hecha. Lo que puede suceder es una sustitución de profesionales cuando el cliente no está satisfecho con la concepción del proyecto. En Educación, ya es diferente según podemos constatar, en la medida que los profesionales de educación contratados hacen un trabajo tan inadecuado que ellos mismos no aceptan, en el momento de la prueba de evaluación. Para resolver el problema, entran otros profesores que intentarán que el niño alcance aquello que ya debería haber alcanzado, si realmente la enseñanza fuera buena. Lo malo es ver que muchos papás piensan que el defecto es, en último análisis, de sus propios hijos. Y que las escuelas que “reprueban mucho” son las mejores, porque son escuelas “fuertes”. Y lo peor es que ese problema dura todo el año, y cuando llega el final del año, todo aquel contenido es olvidado, porque en realidad no tenía la menor importancia.
Entiendo la angustia de los padres, principalmente, porque sé que no saben exactamente qué es el desarrollo de la inteligencia ni tampoco los niveles cognitivos de sus hijos. Pero no entiendo a los que se llaman educadores, que tendrían la obligación de saber lo está en el currículo de sus cursos de formación. Todo profesor debe saber qué es lo que su alumno entiende, para entonces establecer lo que va proponer en la clase.
Pienso que va a llevar mucho tiempo aún para que la sociedad entienda qué es realmente “educar a un niño” y cuál debe ser el modelo sostenible de escuela.
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