Estamos en un período crítico de movilización en nuestro país. Casi nadie
sabe para cuál lado va. Y nosotros, educadores, ¿cómo vamos a orientar y cómo
vamos a conversar con los niños y adolescentes? Los niños perciben poco la sociedad.
Viven en sus sociedades infantiles, pero los adolescentes ya deberían tener esa
preocupación social. Los ánimos están muy exaltados y es difícil decidirse por la
derecha o por la izquierda, si es que aún existen. Lo importante es analizar todo
lo que está sucediendo y recordar que cada caso es un caso. Lo que queremos
para nuestro país es de una importancia vital. Nunca confunda eso con nuestros
deseos individuales. Tenemos que saber perder en lo individual para ganar en lo
colectivo. Esa es la regla para vivir en sociedad. Aún no tenemos esa cultura, pero
llegaremos a ese momento educando a los niños para la cooperación.
En las calles tenemos que decir lo que estamos sintiendo y mostrar soluciones
generales. Siempre que radicalizamos corremos el riesgo de proponer soluciones
insatisfactorias para la gran masa. Cada uno sabe un poco y tenemos que
aprender a convivir con los contrarios. Los efectos de las soluciones
encontradas van a demorar a aparecer. Los cambios deben ser estructurales y
cada uno de nosotros es responsable de una parte de esos cambios. Si cada uno
de nosotros no cambia nada va a suceder. ¿Usted quiere cambiar? ¿Tiene noción de
los cambios que sucederán en su vida? Pequeños cambios van a generar un gran
movimiento social, pero todos debemos empezar. ¿Usted puede no usar su coche durante
un día por semana? ¿Puede economizar el agua que gasta en casa? Y ¿la energía
eléctrica? Intente hacer una lista con más o menos 20 cosas que serán su responsabilidad.
Ese movimiento puede parecer pequeño, pero hará que cada uno de nosotros sea más
responsable de cambiar la estructura de la sociedad. No son solamente las
grandes causas que transforman. ¿Qué hace con su basura? ¿Sabe cuánta basura produce?
Son tantas las preguntas que pasaríamos días relacionándolas.
Vamos a las calles, pero con la conciencia de que no son los otros que deben
hacer los cambios o modificarse, somos nosotros. Incluso en nuestros pensamientos.
¡Cuántas veces, con muchos prejuicios, criticamos los prejuicios de los otros!