La desesperación de tener que tomar una decisión sin saber cómo |
Fui a cortarme el pelo. Elegí una revista y aguardé mientras el peluquero hacía su trabajo. De repente, una entrada retumbante en la peluquería: papá, mamá y dos niños. El mayor tenía unos 4 años y el menor unos dos años. El mayor gritaba, lloraba, se debatía y decía que no quería cortarse el pelo. Mientras tanto, los padres se desgastaban dando explicaciones lógicas sobre las enormes ventajas de cortar el pelo. ¡Entre los varios argumentos uno era que no dolía! Y para probar eso la mamá, se cortaría también el pelo, etc., etc. Mas nada impedía que el niño continuara su escándalo. En un gesto desesperado, el padre le prometió que, cuando saliera del peluquero, irían a una tienda de juguetes y podría comprar lo que deseara. Y nada...
Ya perdiendo la paciencia, el padre interfiere nuevamente con la afirmación de que, si no se corta el pelo, va a ser castigado cuando lleguen a casa. Y...nada. ¡Continua el escándalo, ahora más alto!
Permanecí observando que todas las personas presentes en el salón, clientes de la casa, comienzan a ponerse nerviosas viendo aquella escena, pero los profesionales se mantienen distantes del conflicto. Todo causando para un estrés total, en un local y en una situación donde eso no sería realmente necesario o conveniente.
Cuando terminé mi corte de pelo, me aproximé de la familia y me presenté. Pregunté si podría ayudarlos con el problema y el padre inmediatamente aceptó la ayuda. La madre con dudas en relación al “milagro” que yo quería hacer, cuando ella ya había intentado de todo.
Les expliqué que la cuestión era de decisión. El niño estaba sufriendo mucho por no tener elementos para tomar una decisión y ellos, por ser una pareja joven, estaban inseguros frente a la solución que tomarían. Le explicaban y no decidían realmente nada. Repasaban la responsabilidad para quien estaba menos preparado para decidir, o sea, el propio niño.
Sugerí entonces que diesen una orden firme, colocando al niño en el regalo de uno de los padres y mostrando claramente la acción. El padre se colocó como agente activo y, no dando ninguna opción, dio la orden para iniciar el corte de pelo. El niño rápidamente paró de llorar y el corte de pelo se llevó acabo, pasando a ser albo de la curiosidad del propio niño.
Conversé con la mamá sobre las Reglas, explicando que hasta los 7/8 años de edad, las órdenes tienen que venir desde el exterior (Heteronomía) y que el niño se siente inseguro si tiene que decidir. Conversé también explicando que no es adecuado prometer juguetes o cosas semejantes como premiación. Regalos deben ser ofrecidos en las fechas específicas cuando tienen sentido, como cumpleaños, Navidad, Pascua, etc. Conversamos objetivamente sobre la cuestión.
Caso resuelto, familia feliz y ahora entendiendo cómo los niños se sienten felices cuando las órdenes son dadas con calma y determinación. Lo más interesante es que los profesionales de la peluquería me dijeron que situaciones como esa son una constante porque los padres no dan órdenes y los niños hacen siempre aquel escándalo para cortar el pelo.
Como orientación final, sea siempre firme cuando la situación lo exija, para proporcionar seguridad a los niños. Si sienten que sus padres o los adultos que los acompañan están seguros, tendrán la mayor tranquilidad para seguir las orientaciones decididas por ellos.
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