terça-feira, 4 de março de 2014

La 4ª Revolución de la Enseñanza – Dinámica de Grupo

Se ha hablado mucho sobre “revolución tecnológica” asociada a la Educación. Es innegable su contribución, pero no es decisiva. Y, más aún, la introducción de la computadora en las escuelas no garantiza el aprendizaje tan pregonado – y estamos hablando de los niveles básicos de aprendizaje.
La primera gran revolución en el proceso educacional, fue la escuela propiamente dicha, que surgió hace más de 2 mil años atrás, y evolucionó poco hasta nuestros días, por increíble que parezca. Algunos teóricos consideran que la segunda gran revolución fue el Libro, esto fue posible a partir gracias a Gutenberg y a su tipo móvil. La tercera gran revolución estaría representada por las tecnologías digitales, pero eso hasta ahora no está bien explicado y continúa siendo discutido ya que el aprendizaje no es una mera exposición de contenido. Hay todo un camino que debe ser seguido para que el individuo pase de lo sincrético, por lo analítico para el sintético.
Computadoras, como en general, todas las máquinas sirven de apoyo. No modifican nada, a no ser la cantidad de información disponible en tiempo real, de forma organizada y pronta para consultarla directamente o desdoblada por similitud. Eso es de extrema importancia, pero no resuelve el problema de un alumno “asistir la clase”. Que vengan siempre las computadoras, pero que se modifique la estructura de las clases, porque el modelo actual ya está vencido, hace mucho tiempo.
No es posible que aún hoy alguien piense que una clase expositiva alcance a los niños y adolescentes al punto de que ellos, efectivamente, aprendan algo. Y lo peor es imaginar que, cuando aprenden, están desarrollando un conocimiento que difícilmente será utilizado algún día para cualquier cosa relevante en su vida. Crisis sucesivas han asolando la institución “escuela” y, la mayor parte de los veces el sistema coloca la culpa en los alumnos. Cosas como “son vagabundos”, “no quieren estudiar”, “en mi época no era así” son dichas para justificar lo injustificable, que es exactamente que ¡nadie aguanta, de forma consciente, cincuenta y cinco minutos oyendo a alguien hablar sin poder emitir opinión sobre lo que está siendo dicho y mucho menos sin poder gritar que eso es una tortura! Ya no se trata más una cuestión de “tomar providencias” meramente paliativas. Vamos a tener que modificar la estructura, de alguna forma.
En una empresa, cuando un determinado producto producido es rechazado, los que estuvieron involucrados entran en una verdadera ebullición de ideas, estudios, contratación de terceros para analizar el caso. Se promueven Brainstormings. Personas son mandadas para todos los lados para entender lo que está sucediendo... todo gira alrededor de la solución de aquella cuestión que puede desestabilizar las bases y perjudicar la credibilidad de una organización. En Educación, sin embargo, todo anda a la velocidad del pensamiento de alguien que, habiendo plantado, aguarda sentado que la lluvia caiga para que a labranza florezca. Y lo que está en juego es mucho más que la credibilidad empresarial o las pérdidas financieras. Lo que va a suceder es un verdadero desastre social, cuyos efectos ya sentimos intensamente en nuestros días, y que vamos a ver eclosionar delante nuestro en algún momento, no muy lejano.
De nada servirá dar tablets, notebooks, smarthphones o lo que sea para nuestros alumnos si ellos no tienen condiciones de usarlos de forma inteligente. Como bancos de datos portátiles, funcionan magistralmente en las manos de los niños y adolescentes. Pero precisamos que usufructúen esa enorme capacidad de información, que tienen en internet, para realizar nuevas síntesis, encontrar nuevas soluciones...
Precisamos mudar la metodología y el currículo. Aquella segunda revolución, que cité anteriormente – El Libro – aún no se utiliza adecuadamente en las escuelas. No debería ser material de uso individual, sino colectivo. La Escuela debería ser una gran sala de lectura. Una verdadera industria surgió, mucho tiempo atrás, para desmembrar obras en forma de pequeñas apostillas hechas en máquinas copiadoras para venderlas a los alumnos. Fragmentos de conocimiento se venden y proporcionan experiencias quebradas para atender testes sin importancia. Y querer formar una cultura de la innovación de esa forma parece una broma de mal gusto. Pero es así que funciona.
Deberíamos sacar el pizarrón o las pizarras de las clases. El perfeccionamiento de esas herramientas es increíble. Ya existen pizarrones digitales que imprimen lo que se escribió para que pueda ser reproducido y distribuido para los alumnos. ¿¡Y me pregunto para qué!?  Si no permitimos que el profesor escriba, seguramente una nueva forma de dar clase va a surgir. Pienso que permitirán que los alumnos lean, discutan, experimenten y aprendan. Profesores no deberían ni siquiera hablar en la clase. Quienes deberían hablar son los alumnos, ya que ellos son el motor de la historia.
Toda la tecnología puede y debe llegar a la escuela, pero sin la característica de entidad redentora de la Educación. No podemos perder la función fundamental de la escuela, que es la socialización. Como dijo Lauro de Oliveira Lima en varios libros: “El mejor profesor de un niño es otro niño”. Siempre, en la historia de la humanidad, quien recién aprendió sabe los caminos, los atajos y los obstáculos.
La idea de Educación a Distancia (EAD) se basa en que es más barata, pero, lo que se ve son clases sí, baratas, sí, pero malas. Ya está comprobado que no aprendemos por la percepción pura y simple Aprendemos a través de la Acción, y de nada sirven las clases escenográficamente perfectas, transmitidas online o por televisión para cumplir ese papel. Sin acción, no hay aprendizaje.  Y de nada vale la alta capacidad de penetración de esa información en los confines del planeta si los receptores no están preparados para hacer el mejor uso posible de la misma.
Una escuela no puede ser un depósito de cuerpos durante algunas horas por día. Sí, porque la esencia de nuestros alumnos no está allí, sino donde se sienten más felices. ¿Por qué no transformar la escuela en un lugar donde sean felices? Nuestros jóvenes están durmiendo en clase porque fuera de ella, todo es color, acción, movimiento, retos, curiosidad... ¡y en la escuela... lo de siempre!
Y si el premio por tanto dolor es un diploma, todo pierde más aún el sentido. Para los pequeños, no tiene ninguna significación. Para los adolescentes, todo parece muy distante. Vida es lo que está sucediendo ahora, y lo que está sucediendo ahora en las escuelas no es vida.

Modificando totalmente el método de enseñanza.

Enseñar a remar es una cosa, enseñar a navegar es otra. 

    Observando con atención la Educación en nuestro país, tenemos certeza de la enorme dificultad que enfrentaremos para realizar algún cambio en su estructura. Y eso es muy serio porque el problema es estructural. Estuve recientemente en una reunión académica, con la presencia de profesores jóvenes que presentaban las modificaciones que están haciendo en sus clases, y me quedé muy preocupada porque ellos creen, realmente, que están innovando, provocando situaciones inéditas, creando situaciones prometedoras.
   Mi papá, Lauro de Oliveira Lima, llamaba este hecho de “festividad pedagógica”, un gran happening que, no modifica en nada el sistema. Eso porque es sistema antiguo que no tiene solución posible. No prepara a nadie para el futuro o para lo que ya estamos viviendo en la actualidad.
   Basados en lo que siempre fue practicado, profesores hacen un circo enorme para enseñar el mismo “contenido programático”... sin cuestionar si ese contenido debe ser enseñado. O si debemos “enseñar” alguna cosa. Profesores, aún en nuestros días, piensan que son transmisores de contenidos y que los programas distribuidos por el Ministerio de Educación deben ser obedecidos. Observo y pienso: “¡pero no es posible que aún sea así!”.
    La Escuela, como está actualmente, debe ser explosionada, sin que quede piedra sobre piedra. Los niños no aprendieron lo que fue enseñado y los profesores continúan en la misma dirección, como si nada de malo hubiera en eso. El efecto mayor que debería estar siendo mínimamente observado es que TODOS los niños presenten algún grado de dificultad en el aprendizaje... ¿No sería la Escuela que tiene dificultad de ENSEÑAR?
    Creo que ya pasó el momento de parar para analizar el problema, diagnosticar las causas. Ya sabemos todo lo que sucede pero está faltando encontrar las soluciones reales. ¡Y son muchas! Pero el hecho es que nadie, sea cual sea la razón individual, quiere modificar el sistema. Nuestros gestores piensan que pueden hacer una “colcha con retazos” y continuar con esa agonía indefinidamente, mientras tanto es un hecho que a los jóvenes NO LES GUSTA LA ESCUELA. Y aún son llamados de perezosos, indolentes, vagabundos...
 Analistas intentan encontrar medios paliativos, pero encuentran la verdad: NO EXISTEN MEDIOS PALIATIVOS PARA ESA SITUACIÓN. Para hacer algo positivo sobre la misma no podemos concentrarnos en un principio equivocado, vencido y obsoleto. Precisamos modificar radicalmente esta situación y proponer, a través de la psicogenética, un nuevo sistema.
 Lo que está claro es que de nada sirve usar músicas para enseñar fórmulas, juegos que alegran momentáneamente un día aburrido o bichitos lindos para enseñar Ecología. Todos esos juegos intentan mejorar una situación perdida, basada en enseñar expositivamente a niños y adolescentes el antiguo Currículo. Los profesores deberían ser convocados para evaluar el currículo a la luz de la Psicogenética (Niveles de Desarrollo) para saber aquello que los niños pueden aprender – o sea, tienen condición para aprender. Y ya existen muchos estudios, que pueden auxiliar a los profesionales de Educación.
 ¿Y la sociedad? ¿Está preparada para esas modificaciones? No lo creo, y me parece que muchos se asustarán, y tendrán dudas si sus hijos están siendo preparados o no. Eso ha sido inculcado en lo colectivo a partir de los conceptos de “escuelas fuertes” o que se dicen fuertes, y que enseñan gran cantidad de contenido para los niños y adolescentes de forma forzada (de memoria). Dicen que esa es la condición para ser exitosos socialmente, en el futuro. Eso no es verdad, y peor aún, es una mentira que no puede ser comprobada de inmediato, porque el resultado que ellos prometen se dará dentro de 20 años o más. O sea, venden una promesa falsa, que no se puede comprobar que parece ser un producto muy aceptado. No se puede procesar una “escuela fuerte”, dentro de 20 años, por el fracaso en la vida de un adulto. Probablemente, la institución que hizo esa promesa no existirá más, y si aún existiera, siempre tendrá o subterfugio de decir que el fracaso sucedió por otros motivos sociales, y no por la “enseñanza fuerte”.
 Esa falta de verificación, esa subjetividad enorme que permea la evaluación de la enseñanza, la visión deturpada a largo plazo, todo eso acaba dejándonos hoy y siempre en desventaja frente a la mayoría de los países del mundo. Y lo peor: no faltan recursos materiales para dar el gran paso, lo que falta es voluntad política y consciencia intelectual de lo que se necesita para que Brasil sea de hecho una potencia, movilizada por mentes cada vez más poderosas e instruidas.
 Es lamentable que sea así, pero no desisto de hablar sobre este asunto. Quién sabe un día...

¿Economistas educadores o Educadores Economistas?

 Con todo respeto por la clase de los Economistas, me siento perpleja al ver cómo son amplios sus análisis aún fuera del campo de conocimiento específico, o sea, el de la materia para la cual se especializaron. No es el caso de que no podamos tener opinión sobre lo que nos afecta a todos, pero la forma cómo encaran la cuestión y, principalmente, cómo se tiene en cuenta el ejercicio del derecho de opinar, principalmente, cuando se trata de Educación. El foco del economista es uno, y el principio de la Educación es otro.
 Cuando dicen que Educación cuesta eso o aquello, que una clase podría ser más barata, que los royalties del petróleo van a ayudar o a estorbar, están usando un esquema de asimilación propio de su área que no tiene ninguna relación con aquello que realmente interfiere en el proceso. Costo es un elemento accesorio y no el principal de la cuestión.
 Podemos hacer un presupuesto educacional mucho más austero que aquel que ellos proyectan, que no conocen verdaderamente lo que sucede en una clase. No tenemos la visión del educador, que busca una relación costo x beneficio que no es tema que esos profesionales puedan dimensionar con precisión. Pueden hablar sobre costo, pero sobre beneficio... jamás. Si estamos buscando exactamente la excelencia de la enseñanza quien no sabe lo que eso significa permanece andando en círculos.
 Pagar bien a los profesores y entrenarlos exhaustivamente para entender nuevas tecnologías es un elemento clave, pero eso, la mayor parte de las veces, no entra en la ecuación. O si entra, es transversalmente, lo que por sí solo ya es un error, porque la «máquina educacional» no funciona sin el pilotaje de quien está frente al problema.
 Por ejemplo, colocar muchas computadoras en las escuelas es mucho menos efectivo para el proceso educacional que crear bibliotecas para que la lectura sea el elemento equilibrador del aprendizaje. Pero eso permanece nebuloso para un Economista. ¿Por qué? Preguntan ellos. Y si no saben eso, todo el cálculo entra en colapso ya en la base.
 Precisamos, realmente, de gestores de Educación que sean efectivamente Educadores, para que los mismos puedan decirles a los economistas cuáles son las prioridades. Por ejemplo, informar que los edificios no son determinantes para una buena educación, y que en un país de dimensiones continentales y, por lo tanto con una diversidad climática y cultural tan grande, deberían ser diferenciados para atender a todas las regiones. En el Sur, donde hace frío gran parte del año, precisan ser construidos para atender a esa condición, diferentemente del Nordeste, donde la edificación precisa atender otra característica climática. Y la comunidad precisa participar de ese proceso, porque, mejor que nadie, el habitante local sabrá lo que es necesario hacer para garantizar el confort y la seguridad a sus niños.
 Material didáctico es otro asunto que precisa ser mejor estructurado, porque comprar “paquetes educacionales” pasteurizados no resuelve nada. Los materiales pueden ser organizados por nuestros educadores con la participación de la sociedad. Trabajos voluntarios colectivos serían extremadamente útiles para crear elementos que funcionen y tengan costos compatibles con cada región y los profesores serían los elementos clave para eso en todo Brasil.
 Para una Educación de calidad, es necesario que existan gestores de calidad, que trabajen con transparencia y ética, para poder cuantificar lo que, realmente, se gasta con Educación. Caso contrario, ni 100% de los royalties del «Pré-Sal» serán suficientes para atender la actividad fin y la saña de aquellos que se aprovechan de recursos destinados a la Educación en beneficio propio o que los desvían para atender otras actividades.
  Finalmente, es necesario creer que nosotros, brasileños, sabemos hacer Educación de calidad y que no precisamos importar modelos del exterior. Mientras eso no sucede, con la palabra, los Economistas.